El motín del San Jerónimo (I)

Es evidente que Lope Martín, piloto del San Jeróniimo acusado de deserción, no desea llegar a Filipinas y que su objetivo es dirigirse a la China para dedicarse al pirateo

Ana: « …No hay bestia tan feroz que no sienta algo de piedad».
Gloucester: «…Yo no la siento, luego no soy tal bestia».
(Ricardo III, William Shakespeare)

El mapa Maris Pacifici de Abraham Ortelius, publicado en 1589, fue el primero en mostrar el Pacífico. Imagen: Wikimedia Commons

La llegada de Salcedo y Urdaneta al Puerto de Navidad a bordo del galeón San Pedro, dos meses después que la del patache San Lucas, genera un inusitado entusiasmo en Nueva España, aparte del pleito que interponen y ganan contra el capitán y el piloto del San Lucas, Arellano y Lope Martín, a los que acusan de deserción. La situación de Legazpi en Filipinas es precaria y urge enviarle refuerzos.

Desde el momento en que se toma la apresurada decisión de armar el viejo galeón mercante San Jerónimo, única nave disponible, la expedición está destinada a sufrir situaciones límites. Máxime cuando se designa como piloto a Lope Martín que, tras haber perdido el pleito, sabe que deberá rendir cuentas a Legazpi al llegar a Filipinas. Pero no hay disponibles más pilotos que conozcan esas aguas.

Lope Martín se va rodeando de acólitos, enrolando a más de cien sujetos, muchos de ellos con los peores antecedentes que puede hallar en Acapulco y con quienes piensa que será más fácil alcanzar sus objetivos. Es evidente que no desea llegar a Filipinas y que su objetivo es dirigirse a la China para dedicarse al pirateo. Encuentra en el maese Rodrigo de Ataguren un gran apoyo y, según narra posteriormente Juan Martínez, soldado leal a la corona, un taimado Felipe del Campo, «principio, medio y fin de todas las maldades», se convierte en su principal agente. El San Jerónimo zarpa el día 1 de mayo de 1566, con Pedro Sánchez Pericón como capitán y su bisoño hijo Diego Sánchez como alférez, habiendo embarcado un caballo para, al parecer, entregárselo a Legazpi.

Desde el principio, un hablador Lope Martín va abonando el terreno para poner a la tripulación en contra del capitán y de su hijo. Conjurado con el sargento Ortiz de Mosquera y con Felipe Campo, van atizando el odio contra ellos. El áspero carácter del capitán y las pocas dotes de mando del alférez no contribuyen a atajar la situación, que se va agravando día tras día entre voces y castigos, máxime cuando la comida empieza a escasear y, sobre todo, al dársele preferencia al caballo para beber. El 25 de mayo, el caballo amanece cosido a puñaladas y Sánchez Pericón, temiendo por su vida, ordena reforzar las guardias. Todo es en balde. La medianoche del día 3 de junio, segundo día de Pentecostés, el capitán y su hijo son acuchillados en su camarote por Ortiz de Mosquera, que toma el mando, y por otros conjurados.

Pero, lejos de calmarse la situación, los recelos entre todos ellos hace que el ambiente se siga enrareciendo. Lope Martín convence a Ortiz de Mosquera para que se deje detener y enjuiciar, haciéndole creer que todo es una pantomima para que, tras el juicio, sea declarado inocente y pueda ostentar el mando sin sombra de duda entre la tripulación. Para celebrar el amaño, el 22 de junio organiza una cena con profusión de tocino y, sobre todo, de vino. Todos beben, todos menos López Marín. Entre chanza y risas, engrilletan al sargento mayor, que se da cuenta demasiado tarde de la trampa. Entre varios lo sacan a cubierta y, sin tiempo de confesarse ni de decir un Jesús, es colgado con los grillos puestos. Antes de expirar, cortan el cabo del que cuelga y se agita, cayendo al océano aún con vida. Lope Martín le acusa de sodomita y el galeón sigue navegando.

Pero ahora que ya tiene el mando, sigue recelando de todos, sobre todo de muchos de los soldados, que asisten con estupor a sus accesos de furia y que han sido apresados para evitar que se rebelen contra él. Se encuentran cerca de las islas de los Barbudos (islas Marshall) y busca la que se encuentra más al occidente (Isla Ujelang según los indicios), muy alejada del resto y deshabitada, con la intención de abandonar en ella a los que no le han manifestado su apoyo. Ujelang es un atolón con una gran laguna interior, que Lope Marín considera perfecta para ejecutar su plan. Solo queda idear la forma de hacerles desembarcar sin que sospechen.

«…Y en este ambiente infernal, que casi es la metáfora existencialista sobre una vida condenada y maldita, se preparó el terreno para los desorbitantes excesos que sucedieron después…» (Los náufragos del Batavia, Simón Leys)


Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante). Nació en 1960 en Tánger, en una familia de pescadores. Miguel Félix Chicón, en sus años mozos, veía cruzar los barcos por el estrecho de Gibraltar y las puestas de sol en Cabo Espartel, el punto más noroccidental de África. Su destino, pues, estaba escrito. El mar iba a ser su vida.

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