Llebeig (Lebeche)

El llebeig o lebeche es otro de los vientos cuyo nombre es prácticamente común en todo el Mediterráneo. Libeccio en Italia y Córcega, lebic en serbo-croata, labech en provenzal… La mayoría coincide en que deriva de la palabra árabe labách o läbäx (lebec), esta del latín libicu que, a su vez, deriva de la palabra griega lybítxi, lybíkion, diminutivo de lybikós, libi, que es como ya se conocía a Libia en la época. Si recordamos que la Rosa de los Vientos se sitúa en el Mediterráneo Central, efectivamente comprobaríamos que el viento del sudoeste soplaría desde Libia.

Y precisamente Libis era el viento del sudoeste para los helenos, uno de los Anemoi Menores, representado en la Torre de los Vientos de la Acrópolis ateniense como un joven alado, sin barba, que controla el timón de un barco. Dentro de la mitología griega su función no está muy clara. Sin embargo, sí parece que lo consideraban un viento favorable para los marinos. El sudoeste, en esa zona, es un viento portante para los veleros cuando navegan rumbo a un puerto de la orilla septentrional de esa zona del Mediterráneo. Y las naves griegas de la época disponían de velas cuadras y remos, por lo que está claro que Libis ayudaba a los barcos a regresar a sus hogares ¡Y qué mejor función que ayudar a los marinos a volver al hogar con las naves llenas de mercaderías de todo tipo!

En la mitología romana su equivalente es el Afer ventus (viento africano), de donde deriva el africus o ábrego, nombre con el se conoce el viento del sudoeste en muchas zonas del resto de España e incluso Portugal y que sopla cargado de humedad desde el Atlántico, provocando las lluvias que suponen una gran parte de la reserva hídrica peninsular.

Pero ¿dónde queda el garbí o garbino, que es como también se conoce al viento del sudoeste en las costas catalanas y valencianas? Puede parecer que el origen de este nombre no tenga nada que ver con Libis o Libia. Sin embargo, ya en la época griega la ciudad más importante de Libia era Trípoli, del griego tri polis (las tres ciudades), de la que deriva la árabe Tarábulus. Teniendo en cuenta que, aparte de la capital libia, también existían dos Trípoli más, en Líbano y Grecia, los árabes dieron en llamar a la capital libia Tarábulus al Garb para diferenciarla de las otras. Al Garb significa el occidente en árabe. Es decir, que al hablar de Libia o de su capital, Tarábulus al Garb, estamos refiriéndonos a La Trípoli de Occidente y podemos afirmar que, en la Rosa de los Vientos, queda bien definido el rumbo sudoeste. De la segunda parte del nombre deriva el garbí o garbino.

La diferencia que existe entre el llebeig y el garbí en las costas catalanas y valencianas es que el garbí, también conocido como marinada, se asocia más a un viento térmico que apenas levanta mar; de hecho hay algunas zonas en que el garbí sopla del sudeste, como sucede en La Safor. El llebeig, sin embargo, es el viento del sudoeste entablado que sopla desde bastante más lejos, está asociado a las depresiones que vienen del Atlántico y generan fuertes temporales, sobre todo en las islas Baleares y en el Golfo de Cádiz si hablamos del ábrego, porque en estas zonas el viento del sudoeste tiene mucho recorrido sobre la mar, mucho fetch, que hace que se genere un fuerte oleaje. Curiosamente al garb también es el origen del nombre de la región sur de Portugal, el Algarve, llamada así porque era Garb al Andalus, el Oeste de Andalucía.

Al final vemos que, en realidad, todo está relacionado. Vientos que soplan en unas zonas son los mismos que llegan a otras, olas que se generan a miles de millas recorren grandes distancias hasta romper con fuerza en la costa de los países más diversos. No somos verdaderamente conscientes de lo insignificantes que podemos llegar a ser ante las fuerzas de la naturaleza. Tal vez necesitemos algo más de humildad para seguir navegando al rumbo adecuado. No sin razón nos enseña Cervantes que la humildad es la base y fundamento de todas las virtudes.


Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante). Nació en 1960 en Tánger, en una familia de pescadores. Miguel Félix Chicón, en sus años mozos, veía cruzar los barcos por el estrecho de Gibraltar y las puestas de sol en Cabo Espartel, el punto más noroccidental de África. Su destino, pues, estaba escrito. El mar iba a ser su vida.

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