En la Torre de los Vientos de la Acrópolis los helenos llamaban al viento del sur Notos, el portador de la lluvia
El cálculo de la posición de un buque en la mar siempre ha sido algo de vital importancia para el marino. De ello depende su propia seguridad, llegar a buen puerto y evitar situaciones comprometidas. Actualmente se dispone de una gran cantidad de ayudas y dispositivos electrónicos que facilitan el cálculo de la posición de un buque. Pero imaginemos que no podemos contar con ellos tal y como sucedía siglos atrás.
Mientras se puedan tomar referencias visuales de la costa el problema se puede resolver de forma relativamente sencilla. Pero una vez estas se pierden, los cálculos se hacen algo más complicados ya que dependen de la navegación por estima, sujeta a infinidad de variables difíciles de calcular, y de la observación de los astros. Sin embargo, de los dos referencias que conforman las coordenadas geográficas que señalan nuestra posición en una carta náutica, la latitud siempre ha sido bastante fácil de calcular y, además, con mucha precisión. Para ello, explicado muy someramente, basta medir con un instrumento adecuado, como un astrolabio o un sextante, la altura del sol sobre el horizonte cuanto se encuentra en su máxima elevación del día. El ángulo observado lo restamos de 90º resultando la distancia cenital del sol que, sumada o restada a su declinación en ese preciso momento, tomada de un almanaque náutico, nos da como resultado nuestra latitud.
Ese momento en que el sol culmina, es decir, cuando se encuentra en su máxima altura, es justo el mediodía, coincide con el meridiano y, en el hemisferio norte por encima de trópico de Cáncer siempre señala exactamente al sur. A este cálculo se le llama observar la meridiana y siempre ha sido un ritual en los buques porque facilita la latitud con precisión al mediodía. Indefectiblemente, desde el Mediterráneo miramos exactamente al sur cuando el sol está en el meridiano y ese instante coincide justo con el mediodía, el migjorn, de ahí que sea una referencia astronómica inmejorable para nombrar un viento o un rumbo, independientemente de la altura de culminación y de la declinación del sol. El nombre deriva del latín vulgar medio diurno, medio día, así de sencillo. Sin embargo, encontramos Rosas de los Vientos en las que el cardinal sur está señalado con una O.
Es la O de Ostro, que es como llaman al viento del sur o sud en Italia. Deriva del latín auster, vocablo del que también derivan parte del nombre de Australia y austral. En la Torre de los Vientos de la Acrópolis los helenos llamaban al viento del sur Notos, el portador de la lluvia, que vacía un jarro de agua y bajo cuya escultura encontramos un reloj de sol con formas perfectamente simétricas, a diferencia de los que pueden verse en las otras caras, lo cual es lógico ya que está alineado exactamente con el meridiano y encarado al sur, dividiendo el día en dos partes iguales.
Pero al igual que pasa con el levante, el nombre migjorn o mediodía no sólo hace referencia al viento. Existen infinidad de lugares a los que llamamos así: el Midi Pyrénées junto con el Miègjorn Occitano nos señala todo el sur de Francia; las playas de Migjorn las encontramos en Formentera y Menorca; También nombramos así la zona sur de Mallorca; el Mezzogiorno es todo el sur de Italia. Nombrar al viento con ese nombre en la Rosa de los Vientos es lo más natural.
El viento del sur también da nombre a un sinfín de variadas cosas: libros (Ian Gibson, Antonio Capilla, Norman Douglas, Elmar Grin, David Rosales); el nombre en clave (Südwind) de la operación con la que el ejército alemán reconquistó momentáneamente Budapest poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial; películas, series, vinos, canciones, programas de radio… ¿Tal vez reflejo de cómo afecta a nuestro comportamiento el viento del sur cuando sopla en según qué zonas al igual que hace la tramontana en Girona? Esperemos que esta vez el migjorn se comporte como Notos y derrame agua beneficiosa para todos tal y como señala la Torre de los Vientos, es hora ya.
Miguel F. Chicón Rodríguez (Capitán de la marina mercante). Nació en 1960 en Tánger, en una familia de pescadores. Miguel Félix Chicón, en sus años mozos, veía cruzar los barcos por el estrecho de Gibraltar y las puestas de sol en Cabo Espartel, el punto más noroccidental de África. Su destino, pues, estaba escrito. El mar iba a ser su vida.