Ayer el USCG, tras 7 días de rastreo y más de 183000 millas cuadradas barridas (más que la superficie de la península ibérica), anunciaba que oficialmente suspendía la búsqueda de los tripulantes de El Faro.
El contra-almirante del USCG Scott Buschman al mando de la zona del 7º Distrito se comía el marrón, daba la cara e indicaba que había llegado a la muy difícil decisión de suspender la búsqueda de la tripulación del El Faro al atardecer de esa noche. Daba sus condolencias a las familias, seres queridos y amigos de los tripulantes y agradecía el esfuerzo de aquellos medios y personal que los buscaron día y noche en unas condiciones peligrosas pero con la esperanza de encontrar sobrevivientes. Nota del USCG del día 7 de octubre
Una actuación de libro y sin injerencias de tertulianos de salón, en todo momento indicaron que trataban de buscar vivos y al desaparecer esa esperanza suspendían la búsqueda. La parte política llegaba poco después con la declaración oficial del Presidente de los EEUU, nota para remarcar sobre todo para los países que siguen de espaldas al mar.
El Capitán y la tripulación del El Faro eran estadounidenses y polacos, hombres y mujeres, marinos experimentados y marinos jóvenes. Eran queridos hijos e hijas, amados esposos y padres. Dedicados maquinistas, técnicos y cocinero. Y estos 33 marinos estaban unidos por un lazo que ha unido nuestros marinos mercantes durante más de dos siglos de un amor por el mar. Como su barco combatió la tormenta, vivieron y trabajaron en conjunto, como un equipo. Esta tragedia nos recuerda también que la mayoría de los bienes y productos que dependemos todos los días todavía se mueven por mar. Como estadounidenses, nuestra prosperidad económica y calidad de vida dependen de los hombres y mujeres que sirven a bordo de barcos como El Faro.
Pego la declaración, ya que la traducción es la casa y un poco por libre, el segundo párrafo habla de respuestas e investigación del accidente, que le tocará al USCG y al NTSB.
The captain and crew of the El Faro were Americans and Poles, men and women, experienced mariners and young seamen. They were beloved sons and daughters and loving husbands and fathers. They were dedicated engineers, technicians and a cook. And these 33 sailors were united by a bond that has linked our merchant mariners for more than two centuries–a love of the sea. As their ship battled the storm, they were no doubt working as they lived– together, as one crew. This tragedy also reminds us that most of the goods and products we rely on every day still move by sea. As Americans, our economic prosperity and quality of life depend upon men and women who serve aboard ships like theEl Faro.
I thank everyone across our government and in the private sector who worked so tirelessly, on the sea and in the air, day after day, in the massive search for survivors. The investigation now underway will have the full support of the U.S. government, because the grieving families of the El Faro deserve answers and because we have to do everything in our power to ensure the safety of our people, including those who work at sea. Today, 28 American families–from Florida to Maine–and five Polish families are heartbroken. May they be comforted, in some small way, in knowing that they have the love and support of their neighbors, the merchant mariner community and the American people. May God bless the men and women of the El Faro. May He comfort their families. And may He watch over and protect all those who serve at sea on behalf of us all.